Detrás de esas ventanas, una mujer se abanica con un cartón. Tiene la piel negra, húmeda de sudor, en las ciudades grandes el fuego del asfalto se cuela por las rendijas de los edificios. El hombre la mira sin decir nada, se coloca a su espalda y le pasa la lengua por el cuello. La mujer siente escalofríos, pero esos no le bajan la temperatura, todo lo contrario. El hombre y la mujer terminan por ahogar el calor arrancándole quejidos al somier. Al mismo tiempo, la vecina de al lado invade sin querer su intimidad, los oye jadear y se santigua, mientras prepara la cena en una sartén mil veces usada. Quizá alguien ve la televisión, y otros pasan el rato leyendo o una pareja discute. No sé bien qué es lo que ocurre, pero tras esas ventanas hay vida. ¿O acaso no veis cómo los muros laten?